Para efectuar los movimientos adecuados hay que saber qué andamos buscando, qué pretendemos. Para conseguir la victoria establecemos estrategias de juego y escogemos el camino adecuado para alcanzarla.
Mientras que la estrategia es abstracta y está basada en objetivos a largo plazo, las tácticas son concretas y consisten en seleccionar el movimiento adecuado para cada momento. Las tácticas deben tener en cuenta las condiciones y basarse en la oportunidad, siempre en función del ataque y la defensa.
Si no sacamos partido inmediato de una oportunidad táctica, el desarrollo de la partida se volverá en contra nuestra casi con total seguridad. Llegados a ese punto, hay que tener en cuenta además el factor "movimiento único", el único que nos salvará de la derrota. Ni malo, ni bueno, ni fácil, ni difícil, simplemente indispensable para evitar el desastre.
Si nuestro oponente comete un error grave, puede surgir de pronto una táctica ganadora que nos permita conseguir nuestro objetivo.
El jugador táctico está en su elemento cuando tiene que reaccionar ante las amenazas, y medir las oportunidades sobre el terreno de juego. Su problema es cómo avanzar cuando no hay movimientos claros, cuando es necesario actuar y no reaccionar. Tartakower decía bromeando que era la fase "nada que hacer" de la partida. En realidad, es la que separa a los aspirantes de los finalistas.
En el ajedrez estamos obligados a mover; no existe la opción de ceder el turno cuando no sabemos qué hacer. Para un jugador sin visión estratégica, esa obligación puede convertirse en una carga. Incapaz de diseñar un plan si no se enfrenta a una crisis inmediata, es posible que él mismo provoque la crisis, y probablemente sólo conseguirá poner en peligro su propia posición.
¿Qué hacemos exactamente cuando no hay nada que hacer? ¡Juego Posicional!, porque nuestra meta es mejorar nuestra posición. Debemos evitar debilitarnos, debemos encontrar pequeñas fórmulas para mejorar la situación de nuestras piezas, y atender a los pequeños detalles, sin perder en ningún momento la perspectiva global.
Las Tácticas deben responder a una estrategia.- Cada vez que realizamos un movimiento, debemos tener en cuenta la respuesta de nuestro oponente, nuestra respuesta a su respuesta, y así sucesivamente. Una táctica es el motor de una serie de reacciones en cadena, una secuencia de movimientos forzados que arrastra a los jugadores a un viaje emocionante. Uno analiza las posiciones tan a fondo como puede, calcula decenas de variables, cientos de posiciones. Un solo desliz y estaremos fuera de combate.
Todos tomamos nuestras decisiones basándonos en una combinación de análisis y experiencia. El objetivo es hacernos conscientes de ese proceso y poder mejorarlo. Para conseguirlo, debemos ampliar nuestra visión para evaluar las consecuencias más trascendentes de nuestra decisiones tácticas. En otras palabras, necesitamos la estrategia para que las tácticas mantengan el rumbo.
El problema del tiempo: un círculo vicioso.- El peor enemigo del estratega es el reloj. El problema del tiempo como lo llamamos en ajedrez, lo reduce todo a meros reflejos y reacciones, a juego táctico. Cuando no disponemos de tiempo suficiente para evaluar correctamente la situación, la emoción y el instinto nublan nuestra visión estratégica. Ni siquiera la intuición más certera puede funcionar sin ajustar el cálculo. De repente, una partida de ajedrez puede parecerse mucho a un juego de azar.
"Los mejores planes y las tácticas más complejas pueden fracasar por falta de confianza."
"Una estrategia buena puede fracasar por una mala táctica".